lunes, 31 de enero de 2011

El árbol triste.

                                 EL ARBOL TRISTE
La historia que voy a contaros sucedió una vez en un bosquecillo que yo conocía muy bien, porque cuando era pequeña, como vosotros iba a jugar con mis amigos y lo pasábamos estupendamente.
         En aquel bosque había árboles de muchos tipos: Había nogales, castaños, pinos, moreras, robles y muchos otros más.
         Era muy divertido porque, además de jugar, cuando teníamos  hambre, comíamos los frutos que maduraban en cada temporada. También solíamos buscar espárragos, setas, moras silvestres y otras plantas riquísimas.
         El bosquecillo era nuestro lugar preferido. En él, pasábamos horas y horas, cuando no teníamos que ir a la escuela. Por esa razón, recuerdo muy bien la historia del árbol triste:
         Era un árbol raro. En todo el bosque, sólo había uno, y nadie sabía como se llamaba, ni de qué especie era. Nadie entendía como había ido a parar allí. Nunca habíamos visto que tuviera ningún fruto, ni tampoco ninguna flor. Sus hojas eran pequeñas, puntiagudas, y de un feo color verdusco.
         A los niños no nos gustaba jugar cerca de aquel árbol, porque desprendía un olor desagradable. Ni siquiera los pájaros hacían sus nidos en él, ni las hormigas o las ardillas trepaban por sus ramas escurridizas y repelentes. Hasta las chicharras, que en los ardientes días de verano llenaban el bosquecillo con sus cris cris cris, preferían alejarse de aquel árbol tan extraño.
         Seguro que era por eso, por lo que al pobre árbol, siempre se le veía triste y cabizbajo. El pensaba que no servía para nada y siempre estaba melancólico y alicaído. Todo el bosque se daba cuenta de su tristeza y querían ayudarle, pero a nadie se le ocurría como…
Los demás árboles intentaban animarle, contándole cosas divertidas que les sucedían a ellos pero,  solo conseguían que se sintiese peor. ¡A  él nunca le pasaba nada!
         Pensaba que los demás, tenían algo que dar: castañas, nueces, bellotas, piñas y moras, eran frutos riquísimos que gustaban mucho a los niños y a los animalitos del bosque, pero y él ¿Qué podía ofrecer? ¡Ni siquiera hacía buena sombra!. ¡Y encima, desprendía aquel olor tan desagradable!. No le gustaba ni a las chicharras, que tenían fama de posarse en todas partes. La verdad es que no entendía por qué había nacido. ¡¡¡Solo sentía ganas de morirse!!!
         Los demás se enfadaban con él cuando decía esas cosas. Le comentaban que si había nacido sería por algo. Todos servimos para alguna cosa, solo había que saber para qué.
         ¡-Claro, eso era fácil de decir! ¡Como ellos no estaban en su lugar!...
         El, tenía mucha envidia de sus compañeros, y soñaba…que de sus hojas salían frutos exóticos y buenísimos, y que los niños y todos los animalitos del bosque, jugaban a su alrededor y comían de sus exquisitos frutos con sabores dulces y deliciosos. Lo peor era que cuando se despertaba, se daba cuenta de la cruda realidad y se ponía aún más triste.
         Un día, estando así las cosas, sucedió algo extraordinario: Vinieron al pueblo  unos hombres muy sabios, llamados científicos que, según dijeron, se dedicaban a estudiar las plantas para hacer medicinas que curaban a la gente enferma.
         Cuando vieron al árbol triste, se quedaron de una pieza: ¿-Cómo era posible-?
Aquella especie, sólo nacía en lugares lejanos e inaccesibles. ¡Pero qué suerte que estuviera allí. ¡Era fantástico! ¡Maravilloso! ¡Fabuloso!…Se quedaron sin palabras, boquiabiertos.
Por los visto llevaban muchísimo tiempo buscando un árbol como aquel. Parecía ser que aquel olor tan repugnante que desprendía, era debido a un aceite especial que el árbol fabricaba, y tenía unas propiedades milagrosas para curar muchas enfermedades.
         ¡A partir de aquel día, el árbol fue cuidado y mimado, como algo muy especial en el bosque!  ¿Quien lo hubiese imaginado?
         A los niños, nos encantaba ver a los científicos como extraían el preciado líquido con sus instrumentos, (con mucho cuidado para no hacer daño al árbol) y estábamos orgullosos de tener en nuestro bosque un árbol tan importante.
         Los demás árboles le miraban con respeto y admiración. ¡Era estupendo tener un compañero capaz de curar a las personas!
          Nuestro árbol se convirtió en la estrella del bosque, y muchas personas venían al pueblo, solamente para conocer esa maravilla de la naturaleza.
         Ni que decir tiene, que nuestro querido árbol, dejó de estar triste, ahora se sentía muy orgulloso de ser como era. -¡Era cierto lo que le decían siempre sus compañeros!-. ¡¡¡Servía para algo!!! Ahora sabía que su vida no era inútil, y que todos tenemos algo importante que nos hace maravillosos y únicos.
                          *                                              *                                      *
         Recordad siempre esta historia y no olvidéis nunca  que todos somos igualmente importantes.


                                               F           I          N                      



                                                                                Autora: Carmen Muñoz


                

No hay comentarios:

Publicar un comentario